Para muchos en la comunidad georgiana el rostro de Michael Thomas C.S.C les resulta familiar. Con un perfecto español él saluda a todos los que encuentra en su camino. “Hola ¿Cómo estás?”, pregunta a adultos y niños y reparte sonrisas. La familiaridad se origina en los dos meses en que estuvo dedicado al colegio durante el invierno de 2015. “Me gustan las montañas chilenas y el aire fresco”, confiesa. “Para mí Chile es un misterio porque es tan extenso y solo conozco algunos lugares cerca del desierto y otros lugares más al sur. Todavía tengo mucho que conocer de Chile”. El buen uso del español se explica por el incentivo a aprender un segundo idioma que siempre tuvo de sus abuelos maternos, profesores de lenguaje; así es que en su escuela aprendió español y luego lo profundizó en un minor en la universidad.
Nacido hace 28 años en South Bend, Indiana, Estados Unidos, en dos meses más profesará sus votos perpetuos en la Congregación de Santa Cruz, en septiembre –en Santiago de Chile- será ordenado diácono en tránsito al sacerdocio y en abril del próximo año, Dios mediante, será ordenado sacerdote en la Basílica de Notre Dame en Indiana.
Llegó el 13 de junio directamente desde Estados Unidos con escala en Ciudad de Panamá. Fue todo un día de vuelo, pero dice que lo prefiere a volar por la noche. Acá la comunidad sacerdotal que vive en la casa Moreau lo estaba esperando con alegría. El padre James McDonald C.S.C, el padre David Halm C.S.C, el padre Vincent Rozario C.S.C y el padre José Ahumada C.S.C son sus compañeros de casa y quienes lo introducirán en la larga y profunda huella que ha dejado la Congregación de Santa Cruz en Chile durante estos 75 años. “Me siento orgulloso de ser parte de esta historia y siento humildad también, porque hay figuras muy conocidas que han hecho cosas muy grandes por el colegio y por Chile”, dice.
Del colegio recuerda su calidez, cualidad que ha vuelto a encontrar: “Acá hay una cultura familiar, de mucho cariño. En el Saint George’s College me siento como en mi hogar”. En este tiempo su encargo será trabajar en la pastoral de todos los niveles, pero especialmente en la III Unidad, donde también hará clases de teología. “Estoy muy emocionado por eso y estoy preparando material para las clases”. Ese entusiasmo por formar personas es precisamente lo que lo hizo ingresar a la Congregación de Santa Cruz en 2012, luego de terminar sus estudios de Filosofía y Ciencia Política en la Universidad de Indiana. Explica que, como Santa Cruz, “nuestra misión es encender en los corazones de los alumnos el amor al corazón de Cristo. Que tengan en su mente y en su corazón a Cristo”.
¿Qué recuerdas de los alumnos y profesores del colegio?
Los alumnos son muy inteligentes, curiosos intelectualmente, reflexivos y también chistosos. Es un gusto pasar el tiempo con ellos. También creo que los profesores son personas muy interesantes, saben muchas cosas, han estudiado mucho, son personas fascinantes.
¿Qué fruto te gustaría dejar en el colegio?
Inspirar el amor a Cristo en nuestros alumnos; que conozcan a Cristo, que crezcan y florezcan para ser las personas que Dios quiere que sean: personas de fe, gracia, coraje, amor y justicia. Que la comunidad sea una luz de amor y confianza en una época con menos y menos confianza.
Una historia no tradicional
La historia de su vocación no es tradicional. Nacido en una familia protestante, su abuelo era alemán, durante su último año de colegio abrazó el catolicismo luego de educarse en una escuela de la Congregación de Santa Cruz: Saint Joseph. Para el primer año de la universidad, a los 19 años, estaba bautizado y confirmado. “Después del primer año de universidad regresé a mi ciudad, South Bend, y encontré una comunidad que se llama ‘Catholic Worker’ donde jóvenes viven en la misma casa con las personas que no tienen hogar. Hay una casa para mujeres y otra para hombres donde hay camas, un comedor, un lugar para bañarse y otro para lavar la ropa. Cuando estaba ahí comíamos juntos, íbamos a misa todos juntos. En ese tiempo conocí a unos seminaristas de Santa Cruz y nos hicimos amigos. A través de esta amistad con personas de mi misma edad conocí a los sacerdotes, su trabajo apostólico, conocí el Seminario y empecé a discernir la vida religiosa, entonces entrar a la Congregación de Santa Cruz fue un paso muy natural para mí. Me sentí llegando a mi casa cuando visité la comunidad”.
¿Cómo reaccionó tu familia a esta decisión?
Para mi familia lo más difícil fue mi conversión al catolicismo y no la entrada al Seminario. El miedo de mi mamá era que esto me separara de ellos, no era sobre doctrina. Ahora están muy contentos con mi decisión y mi mamá dijo que, después de un año de trabajar en el Catholic Worker, para ella no había sido una sorpresa que eligiera el sacerdocio.
Además de Catholic Worker, sus otras destinaciones pastorales han sido la Parroquia María Santísima de la Luz en Monterrey, México; la Parroquia San Alberto en Estados Unidos y el Holy Cross College donde enseñó teología por un año. “También trabajé en el centro de asuntos sociales de la Universidad de Notre Dame, un lugar donde los alumnos hacen inmersiones en la vida de los pobres en Estados Unidos y fuera de él para luego hacer reflexiones teológicas y sociales. También trabajé en la Fundación Católica de la Paz, obra del monje Thomas Merton y de la trabajadora social Doroty Day para formar conciencia, sobre todo en los católicos jóvenes, sobre la guerra, la paz y la no violencia vista de una manera Cristocéntrica”. Cuenta que es un obra que surgió en la época de la Guerra de Vietnam en los años 60, inspirada en el pensamiento de la Iglesia que concluye que la guerra es siempre es un fracaso moral.
¿Qué sentiste cuando te dijeron que tu próxima destinación sería el Saint George’s College?
Estaba muy emocionado y contento, porque el año pasado, cuando estaba terminando mis estudios de teología, viví en la Parroquia San Alberto, donde el 85% de los fieles eran mexicanos, y que tenía una escuela primaria. En ese momento no podía hacer mucho porque estaba estudiando a tiempo completo en la universidad, pero realicé algunas actividades con los alumnos, que para mí fueron un gran gozo. Un salmo dice: has puesto en mi corazón un gran amor por las personas que viven en la tierra. Yo lo meditaba siempre porque sentía un gran amor por esa escuela. Cuando me dijeron que vendría a Santiago pensé que era la respuesta de Dios a esta llamada que estaba sintiendo hacia la educación. Formar es tan importante, formar a los niños y a los jóvenes para que tengan una vida cerca de la Iglesia y que sean personas que puedan pensar y que puedan compartir todas sus potencialidades donde estén es urgente.