Uno de los escultores más importantes del siglo XX en Chile, que unió de manera magistral su oficio con su espiritualidad, es el autor del vía crucis ubicado al interior de nuestra capilla y de las imponentes y hermosas figuras de María, José y el crucifijo que está sobre el altar.
Nacido en München en 1908, Peter Horn estudió en la Academia de Bellas Artes de su ciudad. Llegó a nuestro país en 1929 producto de un error: el en ese entonces obispo de La Serena ofreció becas para estudiar en Chile a jóvenes con vocación religiosa y cuando el aviso se publicó en la prensa alemana se tradujo como becas para artistas. Cuando llegó a La Serena se dio cuenta del mal entendido y para pagar su pasaje de vuelta a Alemania aceptó encargos escultóricos en La Serena, luego en Santiago, en el valle del Aconcagua, Chillán y también en Osorno.
En 1936 regresó a Alemania, se casó y tuvo seis de sus siete hijos; el séptimo nació en Chile y es sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones. Tras estallar la II Guerra Mundial y ser tomado prisionero por parte del ejército ruso, decide volver a Chile en 1950 buscando paz. A partir de esa fecha y hasta su muerte en 1969 se desarrollaron los años más prolíficos del autor que tiene esculturas en las parroquias Santa Elena, Inmaculada Concepción, Sankt Michael, iglesias luteranas, cementerio católico, Instituto Alemán de Osorno y el monasterio benedictino, entre otros lugares.
Una muestra de sus obras más conocidas se encuentra en la capilla ubicada en la cima del cerro San Cristóbal, donde hizo el crucifijo sobre el altar, los frescos y las figuras hechas en relieve en sus muros. “Mi arte quiere ser la más fiel expresión del sentir cristiano y aún más, quiere servir a la causa de Dios y ayudar a los fieles a una mejor comprensión de las cosas sagradas”, expresaba el autor. El reconocido crítico de arte de El Mercurio, Waldemar Sommer, sostiene que el via crucis de la capilla de nuestro colegio “consigue una fuerte unidad, mediante la textura en sentido horizontal del segundo plano del leño”.
Tal es la importancia del escultor que en 2009 se publicó el libro “Peter Horn, escultor de emociones”, de Gisela Kroneberg donde destaca el aporte al escenario artístico nacional de la particular visión y sensibilidad de este artista alemán.