En un momento de su escolaridad, nuestros hijos se ven enfrentados a tomar decisiones de forma autónoma, tienen que empezar a pensar por sí mismos y optar por una u otra cosa, tanto a nivel personal, social y/o académico. Nos llenamos de recuerdos de lo que nos pasó a nosotros, ¿quiénes nos ayudaron?, ¿conversamos estas decisiones con alguien?, ¿las tomamos solos/as?, ¿qué cosas me dieron resultado? Queremos ayudarlos a que tomen las mejores decisiones y nos preguntamos ¿qué será lo mejor?, ¿cómo podemos ayudarlos? Sin duda, nos hemos hecho esta pregunta muchas veces; queremos que tomen buenas decisiones y que estén satisfechos con este proceso en el ámbito vocacional y en su vida personal.
El proceso de toma de decisiones se va aprendiendo desde la infancia, y estamos tomando decisiones a lo largo de toda la vida. De acuerdo a la RAE (2021), la decisión es considerada como “determinación, resolución que se da o se toma de una cosa dudosa”. Muchas veces tomamos decisiones de forma rápida, sin dar muchas vueltas al respecto, sin compartirlas con los demás, otras veces consideramos las distintas opciones, opiniones y consecuencias de nuestras decisiones.
Este proceso se genera principalmente en los contextos familiares, en los grupos de referencia y en el contexto escolar. No podemos desconocer algunos factores involucrados en este proceso, como son los factores genéticos y las experiencias de aprendizaje que han tenido nuestros hijos e hijas, así como las habilidades personales que se van conformando entre estos dos aspectos.
Mata (2018), señala que los recursos ambientales con los que cuentan nuestros hijos, son factores que le van a permitir lograr sus metas: estos son sus familias o los adultos significativos que los rodean. “Cuando la familia muestra confianza en la reflexión que elaboran las personas más jóvenes y en consecuencia, las decisiones que toman a partir de ellas, aunque en algunos momentos no estén de acuerdo con ellas, favorecen el desarrollo de la autoeficacia por la retroalimentación que se recibe (Mata, 2018)”. Desde este punto, quisiera reforzar la importancia en este proceso, de promover la confianza en sí mismos. ¿Por qué es tan importante la creencia de la autoeficacia? Bandura nos explica que esta incide directamente en la motivación y en lo concreto de nuestras acciones. En este sentido, son las distintas experiencias de aprendizaje las que reafirman en nuestros hijos sus propias capacidades, por lo mismo, es fundamental que sepan que a pesar de que no pueden tener el control sobre el futuro, si son capaces de controlar sus propias acciones para lograr sus metas, aunque muchas veces el camino sea distinto que el resto o este no sea lineal.
El que puedan percibirse como competentes para desarrollar sus objetivos o metas personales, y que puedan tener fe en que sus acciones y pensamientos les otorgará beneficios, aumentará las creencias sobre su propia eficacia, y estas creencias a su vez facilitarán el logro de sus objetivos.
Estar disponibles para resolver sus dudas, conversar sobre los pensamientos involucrados en este proceso, les permitirá aclarar sus ideas. No olvidemos que el ofrecer espacios de escucha les permitirá aclarar sus pensamientos, ya que estos se “desenredan”, lo cual es una forma otorgarles orden y claridad. Es sabido que los espacios de conversación dentro del núcleo familiar son los espacios que más inciden en la toma de decisiones en nuestros hijos, por lo que la importancia de generar estos espacios radica en esta razón fundamental.
En la adolescencia, estos momentos son una verdadera oportunidad para generar espacios dialógicos, saber en qué están pensando cuándo tienen que elegir una asignatura u opcional, por ejemplo, cuáles son sus principales intereses y cómo los podemos ayudar a aclararse. Como recomendación para aprovechar estos espacios, les sugerimos buscar un buen momento dentro de la dinámica familiar para comenzar esta conversación, donde haya tranquilidad y estén todos con una buena disposición, mostrarles que están abiertos a escucharlos, pero sin hostigar, ya que pueden sentirse presionados a responder y no lograríamos el objetivo principal, que es acompañar a nuestros hijos, no quedarnos tranquilos nosotros por las decisiones que toman ellos.
En todo ámbito formativo, es fundamental promover la agencia personal, el desarrollo de la autonomía en el sentido de la indagación y búsqueda, y en este proceso de toma de decisiones, hay que reconocer la importancia de que logren ver el riesgo o las consecuencias asociadas a esta decisión, por lo que se necesita comprender, darle vueltas al problema, analizarlo, para poder darle una solución o las soluciones posibles dentro de nuestro campo de acción.
En este proceso, es muy importante que nuestros hijos consideren la posibilidad de equivocarse en cuanto a las decisiones que toman, ya que como especie humana, todos nos equivocamos más de alguna vez en nuestras vidas. El error es parte de la vida, y como tal tenemos que familiarizarnos con esta posibilidad. Es necesario considerar el error como uno de los riesgos al momento de decidir algo, y esto no quiere decir que hayamos fracasado, por el contrario, el error es una de las formas de aprendizaje y de crecimiento y nos puede llevar a lugares que no conocemos. Aun cuando las decisiones que hayan tomado no hayan sido las que esperábamos, es fundamental que estemos presentes, disponibles y promover la confianza en sí mismos, generar los espacios de contención y de diálogo, para seguir acompañando el proceso de toma de decisiones.
Referencias:
- Bandura, A. Perceived Self Efficacy in Cognitive Development and Functioning.
- Mata, A. (2018). Cómo educar jóvenes eficaces vocacionalmente.